sábado, 6 de enero de 2018

La sinfonía de los juguetes


El mundo de la infancia ha suscitado siempre el interés de los artistas. Unas veces como fuente de inspiración de sus obras; otras como destinatario de las mismas. El campo de la música no es una excepción, y así encontramos composiciones famosas como la nana de Brahms, las Escenas de Niños de Schumann, o el Rincón de los Niños de Debussy. Hoy hablaremos de otra de estas piezas famosas: la Sinfonía de los Juguetes.

La Sinfonía de los Juguetes es una obra típicamente dieciochesca, a la vez galante y educativa. La obra, compuesta de tres partes (Allegro Tempo di menuetto, Allegro moderato) forma parte de los repertorios más populares, y ello se debe a que incorpora como instrumentos objetos ajenos a la música y que resultan muy familiares al oído, como son el reloj de cuco, la carraca o un silbato que imita a los pájaros. Esta incorporación resulta chocante y divertida para el oyente. A los niños les resulta también graciosa la audición de esta pieza pues estos sonidos les resultan cercanos; desde ese punto de vista, es una pieza muy didáctica para atraer a los niños al mundo de la música. Este elemento que podemos llamar “fácil” es lo que, paradójicamente, suele apartar a esta pieza de los programas de las grandes salas de conciertos, pues el público tiende a considerarla una obra menor, cuando no es así.

Lo más curioso de esta obra, no obstante, no tiene que ver con su calidad sino con su autoría, que viene siendo discutida desde hace años. Tradicionalmente fue atribuida al austríaco Franz Joseph Haydn. Ello fue debido en parte a su gran producción de sinfonías, y al estilo amable de la pieza. Sin embargo, hace ya unos años se dio por sentado que la sinfonía era obra del padre de Wolfgang Amadeus Mozart, Leopoldo Mozart. Según esta teoría, Leopoldo habría creado una composición en la que pudieran tener parte sus varios hijos. Recordemos que Leopoldo tuvo varios hijos que aprendieron música (aunque sólo Wolfgang y Marie Anne pasaron de la infancia). También se apoya esta teoría en el hecho de que Leopoldo escribiera tratados de enseñanza del violín, lo que demostraría su afán pedagógico.

Sin embargo, en los últimos tiempos parece haberse descubierto la verdadera autoría de la Sinfonía de los Juguetes. Correspondería a Edmund Angerer, un monje benedictino nacido en el Tirol en 1740. Esta autoría se basa sólo en una carta encontrada en 1992, lo que algunos autores consideran insuficiente como para desbancar la atribución a Leopoldo Mozart.

En cualquier caso, parece obvio que la finalidad de introducir objetos no musicales en esta sinfonía pretendía demostrar que la música puede ser algo más cercano de lo que parece. Esto mismo es lo que transmiten otros grupos del espectáculo, como pueda ser el genial conjunto argentino Les Luthiers. De una manera más modesta, existen experiencias particulares que inciden en esta cuestión; es el caso de la Orchestra Fireluche, ubicada en Gerona, que utiliza hasta cien elementos musicales entre instrumentos y objetos reciclados (incluyendo trompetas o pianos de juguete, sierras, botes…). Esto constituye toda una lección sobre el arte y sobre la capacidad de los objetos de generar emociones a partir de la imaginación. Como experiencia educativa presenta un potencial muy considerable.


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