En los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 ocurrió un suceso que desde entonces es fuente de inspiración para muchos deportistas y para muchas personas en general, y un ejemplo para mostrar a los más jóvenes.
En una de las semifinales de 400 metros lisos participaba Derek Redmond, un atleta británico que llegaba a la cita siendo uno de los grandes favoritos para conseguir medalla en la gran final. Se había preparado duramente durante cuatro años para ello. Un año antes había ganado en el Mundial de atletismo la medalla de oro en el 4 x 400
A falta de 150 m para la meta, Derek notó un gran dolor en la zona trasera del muslo y se desploma sobre su rodilla izquierda. Todos los rivales le adelantan. Dos oficiales de carrera se acercaron para darle asistencia.
Sin embargo, el velocista británico se levantó y avanzó cojeando. A pesar de que la carrera había terminado y había quedado eliminado, él quería cruzar la meta. Apenas apoya su pierna lesionada. De pronto una persona sortea las medidas de seguridad y llega hasta él. Era Jim Redmond, el padre de Derek, el cual tras hablar con su hijo decide ayudarle a acabar la carrera.
Las cerca de 65.000 personas que llenaban el estadio de Montjuic aplaudieron en pie lo que estaban viendo mientras Derek echa a llorar al lado de su padre.
El atleta británico había sufrido muchas lesiones en su vida deportiva llegando a pasar 13 veces por el quirófano. La de Barcelona 92 fue su última carrera profesional.
La historia de Derek Redmond es un gran ejemplo de perseverancia, de no rendirse nunca pese a las adversidades, de terminar lo que has empezado a pesar del resultado. Un ejemplo para la vida.
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