Los hermanos Emeterio y Celedonio, oriundos de Calahorra (La Rioja), sufrieron en esta ciudad el martirio durante la persecución del emperador romano Diocleciano, en torno al año 298.
Ambos hermanos militaban en las legiones romanas, pero las abandonaron y profesaron públicamente la milicia de Cristo como testigos de la fe.
Llevados ante el Tribunal, confesaron su fe por lo que fueron atormentados en la cárcel donde permanecieron por algún tiempo. En las afueras de la ciudad, junto al río Cidacos, afluente del Ebro, sufrieron el martirio para, finalmente, ser decapitados un 3 de marzo. Tras su muerte, estos siervos de Dios, fueron allí sepultados.
Se cuenta que antes de morir, Emeterio lanzó al aire su anillo, y Celedonio su pañuelo, que ascendieron hacia el cielo a la vista de todos. La leyenda cuenta que sus cabezas decapitadas llegaron hasta Santander a bordo de una nave de piedra y que atravesaron la roca conocida como la Horadada de los Mártires, hasta encallar en la costa.
Las reliquias de los Santos Mártires se trajeron a Cantabria en la Alta Edad Media, como sucedió con otras tantas. El traslado fue motivado por razones de seguridad con el fin de protegerlas de las incursiones árabes, por lo que estuvieron ocultas bajo la actual "iglesia baja" (Santísimo Cristo) de la Catedral.
En unas excavaciones realizadas en 1531 se hallaron y se encerraron en los actuales relicarios, y desde entonces están expuestas al culto en el templo de la parroquia del Santísimo Cristo, donde reposan.
La devoción a los Santos Mártires no sólo afecta a la ciudad de Santander, que toma su nombre de San Emeterio (“San Emeter-Santander”), sino que se extiende a toda la Diócesis, ya que el Papa Pío VI, a petición del Obispo Menéndez de Luarca, en Breve de1 30 de septiembre de 1791, les declaró patronos de la Diócesis
La solemnidad, cada 30 de agosto
De esta forma, cada 30 de agosto, como es tradicional desde 1679, se celebra la fiesta de los Santos Mártires Emeterio y Celedonio, Patronos de la Diócesis y de la Ciudad de Santander.
Además, en la jornada de la víspera, es costumbre antigua trasladar por la tarde las reliquias en procesión desde la iglesia del Santísimo Cristo (“Iglesia baja”) hasta la Catedral para ser allí expuestas en el presbiterio para la veneración de los fieles durante la jornada de su fiesta.
El sonido de todas las campanas de la Catedral y los himnos interpretados por la Banda Municipal de Santander acompañan el traslado. La procesión, presidida por el obispo de la Diócesis, está formada por el Cabildo catedralicio, el clero y por la Corporación del Ayuntamiento de la ciudad.
La marcha transcurre por la calle de Somorrostro, la plaza del obispo José Eguino y Trecu y finaliza en la Catedral. Aquí, en la nave del claustro conocida como “Tres por calle” y, donde siglos atrás, se reunía el Concejo de la Villa santanderina, el obispo reza ante las Reliquias de los Santos Mártires una plegaria en nombre de todos los santanderinos.
Excavaciones años ochenta
Durante los años 1982 y 1983, se realizaron excavaciones arqueológicas en el suelo de la iglesia baja del Santísimo Cristo y, en una parte de los cien metros cuadrados en los que se trabajó, pueden contemplarse actualmente las excavaciones efectuadas a través de un pavimento de cristal ubicado en la nave Norte.
Igualmente, aquí aparecieron abundantes restos del primitivo asentamiento romano, entre los que destacan instalaciones termales e importantes fortificaciones.
La cámara del horno romano de la terma hallada, fue el recinto donde se guardaron las cabezas de los mártires Emeterio y Celedonio durante la Edad Media y en torno a la cual que se construyeron las sucesivas iglesias anteriores a la actual, cuyos vestigios pudieron reconocerse durante los trabajos arqueológicos.
Este fenómeno, común con otras iglesias creadas sobre el sepulcro de un santo (San Pedro de Roma, Santiago de Compostela, etc.), evidencian que las reliquias eran el más importante referente de la población a la que dieron origen y nombre, como la fe de sus gentes que, junto a ellas, quisieron esperar la Resurrección.
Desde que en 1533, ante el avance del protestantismo, se realizó la “profanación piadosa” de la tumba, a fin de recuperar las cabezas al culto, éstas, encerradas en sendos relicarios de plata, permanecieron en la iglesia baja del Santísimo Cristo y desde donde se sacaban en procesión hasta el altar de la iglesia superior en las grandes fiestas, como sucede en la jornada de la solemnidad de San Emeterio y San Celedonio, cada 30 de agosto.
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