sábado, 21 de enero de 2017

Cómo responder ante una pataleta infantil

Cómo responder ante una pataleta infantil

Si el niño tiene una rabieta no es conveniente responder con agresividad o ira a pesar de que pueda provocar el enfado de los padres, pero tampoco ceder a los deseos del niño.

Entre los dos y los cuatro años, los niños todavía no han aprendido las palabras con las cuales pedir lo que necesitan o desean, por ello, cuando ansían algo, suelen recurrir al berrinche o a conductas inadecuadas. 


Rabietas de los niños

A veces para mostrar su enfado, otras para tratar de conseguir algo, tal vez para proteger sus pertenencias, o simplemente para llamar la atención del adulto. Aunque resulte paradójico, esta rebeldía la debemos entender como signo positivo y expresivo de una personalidad en formación. Pero si este tipo de conducta se hace frecuente, debemos observar detenidamente las circunstancias que la desencadenan para poder anticiparnos antes de que se produzcan (evitar la fatiga excesiva o la sobreestimulación, llegar a acuerdos, ofrecer alternativas, etc.) o darle el tratamiento adecuado. 

Cuando coja una rabieta, no hay que responder con ira, pero tampoco ceder a sus deseos durante la misma, para que no se convierta en la manera de conseguir sus objetivos. Si no cedemos, aprenderá que no es la vía adecuada. Podemos hacer algo que le distraiga, de forma que se eviten enfrentamientos innecesarios. Y en cualquier caso permanecer cerca de él lo más calmado y firme posible.

Si lo que ha hecho es responder de forma agresiva, hay que hacerle saber de manera firme que no es la conducta adecuada, que a la otra persona le ha dolido y que no se le va a permitir hacerlo más. Tras un breve periodo de reflexión para que pueda calmarse, hay que permitirle tener una conducta reparadora (dar un beso, ayudar a curar al compañero, etc.) Y siempre elogiarlo cuando no use la rabieta o las conductas provocadoras para conseguir lo que quiere.

Poner límites a la conducta de los niños

Independientemente de cómo se reaccione ante este tipo de conductas, es indispensable poner previamente límites. El niño necesita entender las normas que rigen su mundo. Necesita saber lo que se espera de él, hasta dónde puede llegar y qué sucederá si los sobrepasa.

Si se le regaña o se le lanzan miradas de desaprobación por algo que ni siquiera sabe que está mal, lo único que conseguiremos es desconcertarle. Poner límites no significa decirle continuamente lo que no puede hacer, sino la forma correcta de actuar, siempre de acuerdo ambos padres para evitar la manipulación por parte del niño. Y por supuesto, se trata de un proceso dinámico que tiene que ajustarse y reajustarse a medida que los niños crecen y maduran.

Es importante actuar en conformidad con los principios y valores que se defienden ante el niño, por lo que hay que ser coherentes entre lo que se dice y lo que se hace. No podemos exigirle aquello que nosotros no hacemos. Y siempre fomentar el diálogo, el razonamiento y el establecimiento de normas como vías para solucionar los conflictos.

Virginia González. Psicóloga y maestra de Educación Infantil

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