viernes, 4 de noviembre de 2016

Educación, niños y dispositivos: un poco de sentido común, por favor


Educación, niños y dispositivos: un poco de sentido común, por favor




Una investigación de la American Academy of Pediatrics afirma que existe una correlación entre el tiempo que pasan los niños utilizando dispositivos como smartphones, tablets u ordenadores, y la cantidad de ocasiones en las que no entregan sus deberes en clase.

Las conclusiones están siendo utilizadas rápidamente por muchos para demonizar el uso de dispositivos electrónicos, convertidos de repente en el nuevo maligno que distrae a los niños, les impide terminar los deberes y les lleva a ser una especie de “idiotas conectados”, en niños con peores notas o con menores posibilidades de éxito futuro. Para muchos padres, la advertencia de la asociación de pediatras supone una llamada de alarma, una necesidad de plantearse un cambio de hábitos, un arma en la lucha para despojar a sus hijos de sus dispositivos y racionar estrictamente el tiempo de uso.

¿La realidad? Que el estudio simplemente viene a decir que los dispositivos son muy atractivos, que los utilizamos muy mal – muchas veces simplemente para “apagar a los niños” y que dejen de molestarnos, que si se permite que los usen durante todo el día obviamente lo harán y eso no es bueno para nadie – niño o no – y que el verdadero problema es, en realidad, que la educación está espantosamente mal definida.

Si definiésemos bien la educación, los dispositivos no serían un enemigo del aprendizaje, sino uno de sus más poderosos aliados, y los deberes serían un anacronismo absurdo, porque el tiempo fuera del colegio estaría destinado a otras actividades que completasen el desarrollo. La idea de “los deberes son lo primero y los dispositivos son para jugar” es profundamente absurda como tal. Los dispositivos son, por un lado, la llave de los contenidos, mucho más de lo que puede serlo un libro de texto. No, el conocimiento ya no está en los libros de texto, que de hecho, deberían desaparecer lo antes posible y dejar que los niños entendiesen que los contenidos viven distribuidos por toda la red y hay que aprender a extraerlos como parte del proceso educativo.

Por otro lado, los dispositivos son una pieza definitoria del entorno en el que los niños van a vivir toda su vida, lo que debería hacer que destinásemos una parte significativa de la educación a que se acostumbrasen a ellos y a extraerles valor, no a empeñarnos en que los consideren una absurda pérdida de tiempo. Y finalmente, los dispositivos permiten acceso a un entorno de relación en el que también resulta fundamental que los niños aprendan a desempeñarse desde pequeños.

En lugar de esto, nos dedicamos a prohibir su uso en los colegios y las aulas, a no utilizarlos para tareas para las que serían ideales, y ahora, a restringirlos por si acaso los niños no hacen sus deberes. Genial. No sé en qué diablos estaba pensando la American Academy of Pediatrics con su absurdo estudio y correlación, pero además de mostrarse como unos completos inadaptados a su tiempo, van a conseguir un montón de efectos perniciosos de cara a la socialización de los niños en su entorno futuro.

Cada día, alguna institución del siglo pasado se empeña en que “las cosas tienen que seguir siendo como antes” y emite un “sabio dictamen” que, basado en una correlación mal interpretada, se dedica a esparcir el “miedo a lo nuevo” y lo considera “la fuente de todos los males de la humanidad”. Por favor, ¿para cuándo un poco de sentido común?

Si tienes hijos, plantéate lo siguiente:

- Los dispositivos son una parte importante del entorno actual. Cuanto antes aprendan tus hijos a utilizarlos bien y con responsabilidad, a saber solucionar problemas con ellos o en ellos, y a entender cómo y por qué funcionan y qué usos les pueden dar, mejor preparados estarán. Serán menos ignorantes.

- Los dispositivos dan acceso a infinitas actividades, son brutalmente atractivos y adictivos, y su uso, como todo, tiene que hacerse con sentido común. Tan malo es que un niño no sepa hacer la O con un canuto cuando le pones un dispositivo en las manos, como que esté todas las horas del día con la nariz pegada a una pantalla. Hay otras actividades, son muy importantes, y una parte fundamental de la educación consiste en enseñar a priorizar.

- Los dispositivos no son un “apaganiños” ni un sustitutivo de la educación. Si tu hijo te molesta, edúcalo, no lo atontes con un juego en un dispositivo como si fuera un dardo tranquilizante.

- Los dispositivos sirven para acceder a información y para utilizar esa información para consolidar conocimiento. Enseña a tus hijos que los dispositivos no son solo para jugar, sino que pueden – y deben – utilizarlos cuando necesiten saber algo. Enséñales estrategias de búsqueda, a no quedarse siempre con el primer resultado, a verificar las fuentes, a aplicar razonamiento crítico… a pensar en un entorno conectado. Si vivimos en entornos conectados, ¿por qué ese absurdo empeño en mantener desconectada la educación?

- Los dispositivos son la puerta al entorno social, que hoy en día funciona como conexión permanente, pero enséñales a priorizar, a que no se cae el mundo por no contestar a algo si están en medio de la cena, dando un paseo, manteniendo una conversación o viendo una puesta de sol. Los entornos sociales son complejos y están definiéndose según hablamos: aprender a utilizarlos y a aplicar las prioridades adecuadas es un reto, no solo para los niños, sino también para los adultos. 

- Cuanto antes empiecen a entenderlo los niños, mejor. Si no los educas en ello, te encontrarás con que compartirán cosas que no debían compartir, harán barbaridades y se comportarán como salvajes en la red.

- Los dispositivos permiten leer libros. Si no ves a tu hijo leer ningún libro, plantéate que los lea en su dispositivo, que es como se leen los libros hoy de manera cómoda y eficiente. Enséñales a pedir libros y comics, a leerlos, a marcar las partes que les han gustado, a compartirlos… a leer con las ventajas que tiene hacerlo en un dispositivo electrónico. No, no se van a quedar ciegos por ello. El papel solo es un anacronismo incómodo, que un niño no se sienta atraído por él no es ningún sacrilegio: mientras lea, que lea en un dispositivo o donde buenamente quiera.

- Los dispositivos deberían ser un recurso para los niños en el colegio, y los pupitres deberían tener cargador USB. Si el colegio de tus hijos no lo entiende y se empeña en que los niños se sigan educando “como se hacía el siglo pasado”, plantéate cambiarlos de colegio. Si eso no es posible, piensa en cómo vas a completar esa parte fundamental de su educación.

- Los dispositivos no son perniciosos. Lo que es pernicioso es permitir que un niño se pase todas las horas del día jugando con ellos y tirado en un sofá y sin hablar con nadie. O que priorice la comunicación a través del dispositivo a la comunicación en persona con las personas que le rodean. O que esté tan maleducado que no entienda que cuando va a casa de sus abuelos, no puede ignorarlos completamente y pasar todo el tiempo sumergido en la pantalla. Educar mal a tus hijos, hacer dejación de tu responsabilidad o permitirles que hagan todo lo que les dé la gana es pernicioso. Los dispositivos no lo son, solo son una parte más del entorno. Que por cierto, va a seguir ahí toda su vida. Cuanto antes se familiaricen con él, mejor.



Pero sobre todo, antes de interpretar cualquier estudio o cualquier correlación, hazlo con el adecuado sentido crítico. Mientras la educación no se adapte a los tiempos actuales – y en este momento está espantosamente inadaptada y con unas carencias, además, que parece crecer, no decrecer con el tiempo – veremos todo tipo de correlaciones engañosas: “¡socorro los smartphones distraen a los niños en clase!” Obviamente, mientras no los integres de verdad en el proceso educativo y no eduques en su uso, permitir que en una clase los veinte o treinta niños estén con el smartphone en la mano es una receta para un desastre seguro, con niños que desconectan de la clase y se dedican a otras cosas sin prestar la más mínima atención.

No, las cosas no son tan simples como “smartphones sí, smartphones no”. Las cosas empiezan por “smartphones, por supuesto”, porque son un elemento fundamental del ecosistema en el que hay que educar a los niños, y siguen por “y ya que smartphones sí, adaptemos los métodos para que les extraigan partido, y eduquemos en su uso”. Solo entonces, cuando la transición esté completa (o cuando menos avanzada, porque completa, en realidad, no lo estará nunca), podremos hablar de correlaciones significativas.

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